Bartolomeo, conocido cariñosamente como Bart, Pichita o La Bala Chata, fue un carlino que dejó una huella imborrable en el mundo del agility. Aunque ya no está entre nosotros, su historia perdura como inspiración para todos los amantes de los perros carlino y los deportes caninos.

Bart nació el 4 de noviembre de 2002 y su llegada a la vida de Alfonso, cofundador de Mi Carlino, fue el resultado de más de un año de búsqueda y espera. Desde el momento en que Alfonso se interesó en la raza carlino hasta que Bart se unió a su hogar, hubo paciencia y dedicación para encontrar el compañero canino perfecto.

Como todos los carlinos, Bart era especial, pero lo que lo hacía único era su pasión por el agility, una disciplina deportiva en la que los perros deben superar una serie de obstáculos en el menor tiempo posible. A pesar de su apariencia atípica, Bart demostró tener un talento innato para esta actividad.

En casa, Alfonso tenía otra perra, un Bulldog Americano, a la que llevaba a entrenar agility de forma amateur para mejorar su musculatura. Bart, con apenas tres o cuatro meses de edad, comenzó a seguir a la perra durante las sesiones de entrenamiento. Sin dudarlo ni mostrar miedo, imitaba cada movimiento y acción que Alfonso le indicaba a la otra perra.

Fue en ese momento que Alfonso se dio cuenta de que Bart tenía un potencial increíble para el agility. Decidió incorporarlo gradualmente a los ejercicios y aparatos, llevándolo a entrenar tres o cuatro veces a la semana junto a la perra. Bart mostraba una increíble destreza y velocidad en cada desafío, sorprendiendo a todos con su habilidad a pesar de su aspecto "rechonchete" y su naturaleza supuestamente lenta.

Cuando Bart tenía alrededor de 10 u 11 meses, mientras observaba a un equipo de competición entrenar, Alfonso recibió una invitación para probar con ellos. Bart superó todos los obstáculos con maestría, a excepción del slalom debido a la falta de entrenamiento específico. Su velocidad y destreza eran sorprendentes, incluso superando a muchos competidores oficiales.

Inspirado por los resultados, Alfonso decidió inscribir a Bart en una exhibición en Andorra. Ante la mirada asombrada de espectadores de todas las edades, La Bala Chata triunfó en el escenario, dejando claro que la apariencia física no determina las capacidades y talentos de un perro.

La historia de Bartolomeo, el carlino que desafió los estereotipos y se convirtió en un talentoso competidor de agility, nos recuerda la importancia de no juzgar por las apariencias y de dar a cada perro la oportunidad de mostrar su verdadero potencial. Su legado perdurará en la memoria de aquellos que valoran el amor, el esfuerzo y el espíritu competitivo de los perros en los deportes caninos.

Bartolomeo, el carlino conocido como "La Bala Chata", dejó una huella imborrable en el mundo del agility durante sus años de competición. A pesar de su aspecto atípico y de no ser inicialmente considerado para competir, Bart demostró su talento y pasión por este deporte, sorprendiendo a propios y extraños.

En noviembre de 2003, durante una prueba de UCECA en el Club Agility, Alfonso, el dueño de Bart, solía colaborar en la organización del evento. Como siempre, se encargaba de colocar los aparatos y los palos en la pista como "palero" para asegurarse de que todo estuviera en orden. Sin embargo, ese sábado en particular, se encontró con una sorpresa inesperada.

Durante la reunión previa al evento, la secretaria del club le informó a Alfonso que debía 100€ al club. Confundido, Alfonso preguntó la razón, y le explicaron que habían inscrito a Bart para la temporada, a pesar de saber que él no tenía intención de competir con su carlino. Sorprendido y sin muchas opciones, Alfonso se encontró en la pista junto a Bart, el juez y 200 personas expectantes, presenciando su debut inesperado.

Con determinación, Alfonso le dijo a Bart que simplemente debían intentar no ser eliminados. Para su sorpresa, no solo lograron evitar la eliminación, sino que quedaron en cuarto lugar en la categoría mini, a solo unos puntos de alcanzar el podio. Fue una sensación indescriptible para Alfonso, quien se encontraba emocionado y orgulloso de su pequeño Pichita.

El primer podio, un tercer puesto, llegó en la tercera prueba de la temporada. Bart demostró su habilidad y destreza al quedar tercero en la "Copa Cataluña", tercero en la modalidad de "jumping" y cuarto en la clasificación general. A lo largo del año, compitieron en 16 de las 20 pruebas, obteniendo resultados impresionantes.

En el segundo año de competición, Bart y Alfonso quedaron en séptimo lugar. Sin embargo, la llegada del primer hijo de Alfonso limitó su participación en las pruebas, asistiendo solo a 9 de las 20 programadas.

En el tercer año, Alfonso anunció a los miembros del club que su objetivo era terminar la temporada en el podio, y así lo hicieron. Bart, el carlino carismático y veloz, se convirtió en subcampeón de Cataluña. Nadie podría haber imaginado el éxito que alcanzarían juntos.

Ese mismo año, Bart y Alfonso tuvieron la oportunidad de competir en Luxemburgo en el Open Europeo, al haber obtenido el subcampeonato. Bart era el único carlino entre casi 800 perros inscritos. Fue una experiencia increíble para Alfonso, ya que Bart se convirtió en una sensación en el evento. Muchas personas se sorprendieron al ver a un carlino compitiendo. o y Bart apareció en pósteres, tazas y sitios web de otros clubes.

En el verano de 2008, el canal de televisión CUATRO contactó a Alfonso para participar en "Agility Uau". Aunque Alfonso ya no competía, les intrigó la idea de presentar a un perro que, a primera vista, no parecía apto para el agility, pero que resultaba increíblemente rápido. Sin dudarlo, Alfonso aceptó la invitación y juntos se embarcaron en esta nueva experiencia televisiva.

Bart fue un perro extraordinariamente fiel, confiando siempre ciegamente en las órdenes que se le daban. Si Alfonso le decía "salta", Bart saltaba sin titubear. Si lo llamaba, sin importar dónde se encontrara, él acudía de inmediato. En la pista de agility, nunca falló debido a sus propias acciones. Todas las eliminaciones que experimentaron fueron responsabilidad de Alfonso, pero Bart siempre estuvo allí, enfocado al 110%, atento a las indicaciones de su compañero.

A partir de los 8 años, alrededor de 2010, Alfonso comenzó a notar que Bart se encorvaba en ocasiones y que su pata trasera derecha no se movía con normalidad. Después de una simple radiografía, descubrieron que Bart había sufrido una hernia discal en la cuarta vértebra, la cual comprimía el nervio ciático y afectaba su movilidad en la pata trasera derecha, así como el control de los esfínteres. También presentaba problemas de visión lateral y pérdida de audición.

En sus últimos años, Bart pasó sus días durmiendo y disfrutando de su comida, viviendo el sueño de todo carlino. Los paseos se volvieron más lentos y, en muchas ocasiones, Alfonso tuvo que cargarlo en brazos cuando la pata de Bart comenzaba a arrastrarse. Sin embargo, a pesar de las dificultades físicas, algo increíble sucedía cuando le lanzaban una pelota: Bart corría con la misma energía y entusiasmo que cuando tenía dos años.